Teresa de Jesús

"Los desgarros de la vida, los remendaba Teresa,

con la aguja de la fe y el dedal de la paciencia."

Eduardo Marquina

lunes, 7 de septiembre de 2009

AGUA DE TINAJON

Agua de tinajón
(DEL CONOCIDO MUSICO CAMAGüEYANO, Jorge González Allué)

Forastero o cubano
Que mi agua bebes,
¡es ya casi seguro
Que aquí te quedes!

Del seno de mi pueblo
No habrás nacido,
Pero… agua de mi vientre,
Si la has bebido
Te sentirás por siempre
Hijo querido

En mis soleados patios
Siempre has de verme,
Y, sedientos, tus labios
Han de beberme.
Y a partir de ese instante
vas a quererme.

Aunque son muy estrechos
Los callejones
De mi pueblo, son anchos
Los corazones,
Y se conservan puras
Sus tradiciones
Fama siempre has tenido
De hospitalario
y con razón te dicen:
EL LEGENDARIO.

11 de Mayo de 1873

11 de Mayo: Caída gloriosa de Ignacio Agramonte
en los campos de Jimaguayú

¿Realmente se recuerda en estos tiempos a nuestros héroes?
¿Quién ha pensado antes de leer estas líneas en el 136 aniversario de nuestro venerado Mayor General?

Desde que tengo uso de razón Ignacio Agramonte fue mi patriota preferido por valiente, por romántico, por caballeroso… Una de mis grandes alegrías fue cuando mi padre, que era periodista, me llevó en compañía de algunos concejales de nuestro Ayuntamiento a una de las celebraciones que se hacían cada año al cumplirse un aniversario más de su caída precisamente allá, en el potrero glorioso de Jimaguayú.

Vivió bajo el signo del sacrificio, por sus ideales, por la Patria y por la libertad. A los 26 años, recién casado con la mujer que adoró siempre, lo dejó todo y se entregó por entero a la incómoda y peligrosa vida de la manigua llegando a ser Mayor General.

Martí lo admiraba sinceramente, lo llamó “diamante con alma de beso” y no encuentro nada mejor que terminar con sus propias palabras cuando en un artículo publicado en “El Avisador Cubano” de Nueva York el 10 de octubre de 1888 escribió “Por su modestia parecía orgulloso: la frente, en que el cabello negro encajaba como en un casco, era de seda, blanca y tersa, como para que la besase la gloria: oía más que hablaba… se sonrojaba cuando le ponderaban su mérito; se le humedecían los ojos cuando pensaba en el heroísmo, o cuando sabía de una desventura o cuando el amor le besaba la mano: ‘¡le tengo miedo a tanta felicidad!’… De cuerpo era delgado, y más fino que recio, aunque de mucha esbeltez. Pero vino la Guerra, domó de la primera embestida la soberbia natural, y se le vió por la fuerza del cuerpo, la exaltación de la virtud. Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella. Su luz era así, como la que dan los astros; y al recordarlo, suelen sus amigos hablar de él con unción, como se habla en las noches claras, y como si llevaran descubierta la cabeza.
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Aquel que sin más ciencia militar que el genio, organiza la caballería, rehace al Camagüey deshecho, mantiene en los bosques talleres de guerra, combina y dirige ataques victoriosos, y se vale de su renombre para servir con él al prestigio de la ley, cuando era el único que, acaso con beneplácito popular pudo siempre desafiarla…. Pero jamás fue tan grande, ni aún cuando profanaron su cadaver sus enemigos, como cuando al oir la censura que hacían del gobierno lento sus oficiales, deseosos de verlo rey por el poder como lo era por la virtud, se puso en pie, alarmado y soberbio, con estatura que no se le había visto hasta entonces y dijo estas palabras : ¡Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República!”

@ Copyright Bertha Porro García

El por qué del nombre

Ignacio Agramonte, tan conocido por su valor como por su caballerosidad, se ganó la fama de ser llamado "el caballero sin miedo y sin tacha" igual que el ilustre capitán francés Pedro Du Terrail (1476-1534), Señor de Bayardo.
De ahí que a nuestro Mayor General Ignacio Agramonte se comenzara a llamarle "El Bayardo". Un pequeño y atrevido homenaje a su memoria y una identificación absoluta a nuestra historia camagüeyana, es la razón de haber escogido este nombre.