Teresa de Jesús

"Los desgarros de la vida, los remendaba Teresa,

con la aguja de la fe y el dedal de la paciencia."

Eduardo Marquina

martes, 31 de enero de 2012

Conspiración de Aponte

Cuba: La Conspiración de Aponte en Puerto Príncipe




30 de enero de 2012, 13:34Por Mabel Guerra García *Camagüey, Cuba (PL) Cuba rememora este año el bicentenario de la Conspiración de Aponte, movimiento abolicionista de la esclavitud acontecido en la isla caribeña entre 1811 y 1812. La acción, dirigida por el descendiente de africano y liberto José Antonio Aponte y Ulabarra y la primera organizada con relevancia nacional, aspiraba además a la ruptura con la metrópoli española en aras de crear una sociedad independiente sobre la base de la igualdad.En muchos lugares, desde el occidente hasta el oriente del país, echó raíces la sublevación de esclavos, a la que se sumaron otros sectores explotados y oprimidos.La conspiración se expandió de La Habana a Remedios, Bayamo, Camagüey y Holguín, pero fue duramente aniquilada por la elite dominante. Hubo una voraz ola de capturas, torturas y ejecuciones de los manifestantes.El 7 de abril de 1812 fueron decapitados su líder y los más cercanos seguidores. La cabeza de Aponte resultó expuesta en una jaula de hierro, en la esquina de Carlos III y Belascoaín (lugar donde hoy está la Gran Logia Masónica), en la capital cubana.Preponderante participación en este acontecimiento histórico tuvo Santa María del Puerto del Príncipe, hoy provincia cubana de Camagüey, hecho poco conocido, confirman aquí estudiosos del tema.Nuevas indagaciones, sustentadas en las actas capitulares de la villa desde junio de 1811 hasta abril de 1812 y debatidas en el I Encuentro José Antonio Aponte in memóriam, efectuado 21 y 22 de enero en Camagüey, corroboran en la región, en la época, los temores a los negros insurrectos, eufemísticamente llamados "enemigos domésticos".Lo que sucedía en el territorio era calificado como una amenaza terrible, por lo cual se creó una junta de policía a fin de mantener la tranquilidad que, se decía, habían resquebrajado los negros libertos y esclavos (enemigos domésticos). Sobrevinieron luego medidas de mayor control sobre ellos.Trasciende en los sondeos que a los negros y mulatos se les tildaba de borrachos, cuyos excesos bajo los efectos del alcohol les provocaba realizar actos fuera de la ley. Así se trataba de trastocar en el ambiente lugareño cuanto realmente estaba sucediendo.Era una manera de eliminar de la conciencia de la época la posibilidad de la presencia de un pensamiento lógico y de resistencia ante la esclavitud por parte de los de color, aseguró la historiadora cubana Kezia Zabrina Henry.Por ese entonces los sucesos de la Revolución de Haití habían calado hondo en la conciencia de los cubanos de todas las capas sociales, e incluso, la dominación esclavista veía la Conspiración de Aponte desde la experiencia de ese país.El investigador José Luciano Franco sentó que "desde el mes de septiembre de 1811 -antes de las fiestas de la Caridad- en la villa de Santa María del Puerto del Príncipe el tema preferido de las conversaciones populares, tanto de blancos como de negros, era de que cesaría la esclavitud".Las notas recogen un plan preliminar de sublevación de los esclavos, motivados por rumores de libertad negada por los ricos propietarios de Puerto Príncipe. Después de varias juntas con los esclavos de las demás haciendas e ingenios de la región, se acordó atacar la urbe el 24 de septiembre de 1811.Ese escenario de conspiración entre los esclavos y libertos, entre las haciendas y los ingenios próximos a la villa, eran tan comunes como muy silenciadas aquí, apuntó la especialista.Señaló que el suceso conspirativo logró establecer redes potentes entre los más humildes, las cuales se trenzaron en ciudades importantes de la isla.Pero las autoridades locales -al igual que en el resto de la nación-, se prepararon para minimizar al máximo los efectos de la insurrección en la zona camagüeyana, donde se desató la represión, incluida la pena capital, y las delaciones, lo cual culminó con el cese del movimiento en la isla, en 1812.Cada día las medidas de reprimenda se proyectaban con mayor precisión: un cuerpo de caballería, informes semanales con datos que revelaran evidencias concretas de los posibles sublevados y una Hermandad creada en nombre de la paz perdida.La embestida no solo se arreció en la ciudad sino también en las haciendas del campo, donde las referencias de sublevados fueron muchas y de forma sostenida.A pesar de la represión, argumentó la investigadora, la condición de esclavitud, el sufrimiento, el desgarro espiritual, emocional y físico les valió de plataforma de unidad para luchar contra la ignominiosa situación.Se organizaron en el campo cuadrillas aparte de la urbana, se creó una cárcel especial para los que fuesen cautivados y se subieron las recompensas monetarias ofrecidas oficialmente, además del peculio propio del Regidor Alguacil.Las iniciativas principeñas a fin de sofocar la rebelión sirvieron de pautas para el resto del país, donde se encontraron focos apontinos.La urbe se ubicó en el vórtice de la Conspiración de Aponte, no solo en los temores exacerbados, en las cuadrillas pagadas con los peculios propios, en las delaciones, castigos y muertes, sino también en el diálogo constante con las autoridades coloniales, sugerencias y llamados de alertas.Cabezas expuestas, azotes hasta la muerte, sanciones públicas, grilletes y deportaciones matizaban el ambiente de terror y muerte en la villa a fin de quebrantar el pensamiento libertario y audaz para la época.De acuerdo con las pesquisas, por ejemplo, algunas dotaciones sublevadas (casi un centenar de esclavos) de los ingenios de Maraguán, que incendiaron los trapiches "El Jobo", "Magantilla" y "La Candelaria", fueron asesinados todos por la policía montada.Dos esclavos delatores, celosos de la jefatura del movimiento en Puerto Príncipe, asignada por Aponte a los también esclavos Miguel González y Calixto Gutiérrez, malograron la conspiración en esta localidad.Confesiones del pardo Rafael Medrano y el negro Francisco Adán (nombres recogidos en las mencionadas actas), serían suficientes para la constitución de una audiencia que juzgaría la causa de los negros subversivos.El 29 de enero de 1812 tuvieron lugar las primeras ejecuciones por penas de muerte en Camagüey contra la conspiración antiesclavista y separatista de Aponte. La sentencia implicó a Calixto Gutiérrez, Nicolás Montalbán, Fermín Ravelo, José Miguel González, Ramón Recio, Pedro, Pablo y Manuel, sin apellidos en la documentación indagada.A propósito del Encuentro José Antonio Aponte in memóriam, el suceso fue evocado en el mismo escenario, el parque Agramonte, antigua Plaza de Armas, donde fuera aplicada la horca a los ocho negros cabecillas de la conspiración aquí hace 200 años.En los momentos de la conspiración, más de la mitad de la población existente en Puerto Príncipe -unos 70 mil habitantes- eran personas de color libres y esclavos, por lo que al igual que Aponte, deducen los estudiosos, fueron los libertos en su mayoría quienes lideraron el pensamiento y la acción en este territorio por varios meses consecutivos.Aunque la conspiración de Aponte no logró sus objetivos más radicales, demostró a negros y mulatos esclavos y libres, urbanos y rurales, que eran capaces de unirse para lograr a través de la lucha armada su libertad definitiva, concluyó Zabrina.Con hechos indubitables, añadió, manifestó al régimen colonial que sus temores a un espíritu liberador desde el seno de la masa esclavizada, inferiorizada, despreciada y considerada de incapaces, ya era un hecho en la isla.Los esclavos africanos traídos a Cuba a la fuerza, en brutal travesía por el Atlántico, fueron tratados como enemigos, exterminadores, asaltantes a la patria y de rebeldes sin causa, y sus ansias de libertad nunca fueron reconocidas por la colonia.Desde entonces, con Aponte, como diría el Poeta Nacional Nicolás Guillén, se comenzó a fraguar la emancipación cubana.*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Camagüey.arb/mg