Teresa de Jesús

"Los desgarros de la vida, los remendaba Teresa,

con la aguja de la fe y el dedal de la paciencia."

Eduardo Marquina

viernes, 11 de noviembre de 2011

Fiesta Cultural en Camagüey

Traditional Culture Fiesta Returns to Camaguey



Thursday, 10 November 2011 16:53
Camaguey, Cuba, Nov 10.- The third edition of Fiesta del Tinajón, is underway in the central province of Camagüey until Sunday November 13. The event has become popular among the locals for being an event that promotes the interaction between inhabitants and visitors and the best of the local artistic talents in all manifestations of the arts. This becomes evident in the crowded Avenida de la Libertad and its adjacent streets where families go out ready to enjoy all the activities set to promote the rich history, culture and traditions of this almost 500 year old city.Professional and amateurs artists, students of art schools and workers of the main cultural institutions of the city work hard to deliver the citizens offerings according to their preferences.Simultaneously, a theoretical event is unravelling in the city. The event focuses on three main topics: Architecture and the city; literature made in Camagüey with special emphasis on Camagüey-born authors Emilio Ballagas and Gertrudis Gómez de Avellaneda, and Afro-descendants in Camagüey.The most anticipated moment of the Fiesta is the concert by Latin Grammy nominee Adalberto Álvarez — honorary president of the event— and folk dance group Rumbatá next Saturday in the Plaza de la Caridad. On Sunday 13, Frank Fernández will give a piano concert at the Teatro Principal of the city accompanied by the Symphony Orchestra of Camagüey, which is celebrating its 50th anniversary. (Granma).

PUBLICADO EN LA ALBORADA 11/11/11






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jueves, 20 de octubre de 2011

Ballet de Camagüey

Camaguey Cuban Ballet Premieres in Paris
Prensa Latina - Oct 16

Paris, Oct 16 (Prensa Latina) To come to one of the Meccas of classical dance worldwide, it must be done in style, and this is what Camaguey's Cuban Ballet intends to do, with its premiere in this capital of "Flammes de Paris".

This demanding work has never been presented by the prestigious company from Camaguey, whose historic center is a UNESCO World Heritage Site. The first performance will be in the City of Light today, and tomorrow the company presents the work at the Palais des Congres in Porte de Maillot.

Flammes de Paris (Flames of Paris) is a Russian ballet in four acts with music by Boris Assafiev and it was conceived in 1932. However, it has evolved considerably, the last adaptation being the modern version created in 2008 by the Bolshoi of Moscow.

Still, it is a little-known ballet that pays homage to the French Revolution of 1789, and is performed by the Cuban ballet company with a version of the choreographer Lila de la Torre. The challenge seems huge as they perform to the 3,700 patrons in the Congress Palace.

Carmen Mayans, the producer in France of the Camaguey group presentations, told Prensa Latina that it is a colossal effort to promote a work performed by talents of Cuban and Russian dance.

After two presentations in Paris, the Ballet of Camaguey will perform in the Zenith of Toulouse, Opera de Massy, Le Dome de Marseille, Zenith de Saint Etienne, and stages of Lyon, Niza, Bordeaux and Annecy, among other cities.

Another notable Cuban cultural event in France will take place before the end of the year with the return of the company of Santiago Alfonso and Varietés Havana Tropical, which enjoyed great success in Europe last year.

viernes, 7 de octubre de 2011

Nueva imagen de la Virgen de la Caridad

Producen en Cuba disco dedicado a Virgen de la Caridad



Escrito por Martha Cabrales Arias

05 de octubre de 2011, 14:43Por Martha Cabrales AriasSantiago de Cuba, 5 oct (PL) Un disco dedicado a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, está hoy en postproducción a cargo de BisMusic, de la compañía ARTEX, informó José Manuel García, responsable principal del empeño artístico. En declaraciones a Prensa Latina, García precisó que con el título Virgen de la Esperanza, la placa deberá estar lista a inicios del próximo año y se sumará a la celebración de los 400 años del hallazgo en la Bahía de Nipe de la efigie de la deidad.Explicó que serán 15 piezas, la mayoría de ellas popularizadas a lo largo del tiempo por legendarios compositores e intérpretes del pentagrama nacional, entre los cuales sobresalen Sindo Garay, María Teresa Vera, Compay Segundo, Fernando Alvarez y Bienvenido Julián Gutiérrez.Puntualizó el creador que todos los números están dedicados a la Virgen Mambisa y son interpretados casi en su totalidad por solistas y agrupaciones de esta ciudad como son la familia Varela-Miranda, el septeto Ecos del Tivolí, José Aquiles, Los Guanches y Azabache, entre otros.De acuerdo con García, gerente de producción del sello BisMusic, la obra incluirá un DVD con valoraciones de personalidades cubanas acerca de la impronta de la Virgen de la Caridad del Cobre en la conformación de la identidad nacional.Indicó que lo acompañan Eddy Cardoza y Gonzalo González en la producción, a la cual contribuyeron decisivamente las autoridades locales.Resaltó la notable colaboración de la doctora Olga Portuondo, Premio Nacional de Ciencias Sociales e Historiadora de la Ciudad; el padre Jorge Catasús y el presidente de la Unión de Escritores y Artistas en la provincia, el compositor Rodolfo Vaillant.rmh/mc


domingo, 2 de octubre de 2011

Plaza de la Merced

La Merced, plaza que brotó de una laguna



27 de septiembre de 2011, 01:06Por Mabel Guerra García*
Camagüey, Cuba (PL) Desde sus orígenes, la Plaza de la Merced ha sido uno de los espacios más vistosos y concurridos de esta villa cubana, conforme la vida, las costumbres y las tradiciones de sus habitantes.
Otros Exclusivos:
*Cuba: Huellas de inmigrantes en el Hotel Plaza
*Caminos de la arqueología en occidente de Cuba
*Cuba potencia el uso de sus tierrasErigida hace varias centurias en el verdadero corazón de la ciudad, la plaza posee un atractivo especial que, a pesar de los años, aún le dan el heterogéneo paisaje arquitectónico y los aires místicos, culturales y funcionales que se cimentaron y evolucionaron en su entorno hasta nuestros días.
Pasados los siglos, la Merced o Plaza de los Trabajadores, nombre actual, se ha convertido entre las numerosas plazas existentes aquí en sitio de estacionamiento favorito para las generaciones de camagüeyanos o visitantes, por los usos múltiples y cotidianos de los edificios que la definen y por ser sugestivo escenario de recreo espiritual.Atestiguan los investigadores que muchas de las edificaciones que la delimitan, como la de estilo art déco en que se ubican hoy Radio Cadena Agramonte y Radio Camagüey, construida en los años 40 del pasado siglo, reafirmaron a esta villa cubana "su rango de gran ciudad".Su figura triangular, que marca el sendero hacia importantes y bulliciosas rutas de esta localidad, justifica también el agitado y profuso tránsito de automóviles y peatones que a diario se observa.La prosperidad y desarrollo de la Merced sellaron a través del tiempo su carácter simbólico en el conjunto de plazas de la isla de Cuba, con la particularidad de que emergió de una de las cuatro grandes lagunas existentes en el cacicazgo de Camagüebax, donde se instaló definitivamente la ciudad de Camagüey en 1528.Esas lagunas servían a las necesidades hogareñas de los vecinos de la otrora villa de Santa María del Puerto del Príncipe -fundada en 1514-, excepto la del agua potable, por estar generalmente infestada y, en consecuencia, causar el mal de las culebras, según contaron los primeros habitantes al obispo Morell de Santa Cruz cuando la visitó en 1756.Las primeras noticias sobre la urbanización en la zona datan del siglo XVI, cuando Juan Griego erigió una ermita en el límite entre el campo y el poblado. En 1601 la ermita fue cedida a frailes mercedarios, llegados de Santo Domingo, para levantar un convento mediante donativos de los principales moradores de Puerto Príncipe.La edificación de la iglesia confirió importancia al área, pero la definición de su espacio presente no se consolidó hasta el siglo XVIII, en que, al desaparecer la laguna, se compacta la perspectiva urbana histórica que enlaza la Plaza de la Merced con la de Nuestra Señora de la Soledad.Durante este siglo se construyeron además las viviendas uniplantas que fueron cerrando el lugar hasta someterlo a la geometría triangular que posee.El convento e iglesia de Nuestra Señora de la Merced, al que debió su nombre original este popular sitio, no solo fue uno de los edificios religiosos más hermosos del país, sino que devino centro cultural de gran importancia.Los jóvenes principeños de la época estudiaron en el templo (de tres naves con bóvedas de cañón construidas con ladrillos) gramática, filosofía y teología, saberes que se consideraban indispensables para hacer de la villa un centro político y administrativo de valía.Entrado el siglo XIX, la plaza de la Merced, además de ser sede de las actividades religiosas, se convirtió en un importante núcleo comercial, debido a los numerosos negocios que se instalaron en ella. También allí se desplegaron actividades de índole recreativa como representaciones teatrales y ferias.La compañía ecuestre de don Juan Breschard, una de las tantas agrupaciones que recorrían las urbes de la isla de Cuba por entonces, eligió en 1817 este terreno para sus funciones de circo-teatro.Edificaciones como símbolo y ejemplo del desarrollo económico de la metrópoli se levantaron igualmente en la plaza durante este siglo. Tal es el caso de la mansión donde nació Ignacio Agramonte, insigne patriota de la gesta independentista de 1868-1878, en uno de los edificios más atípicos de Camagüey, convertido hoy en museo.Aire de modernidad le confirió asimismo la colocación de un reloj público en la torre de la iglesia de la Merced, que desde entonces, por más de cien años, ha anunciado a los habitantes de esta ciudad las horas, los cuartos, las medias horas y los tres cuartos, mediante sus campanadas.Se produjeron en su entorno la apertura de fondas y del Hotel El Lucero, después Hotel Español, que llegó a convertirse en un acogedor espacio para el billar, las mesas de tresillas, los juegos de dominó y ajedrez, y la cantina y el restaurante, con servicio a domicilio.La presencia de los Carmelitas en el Convento de la Merced introdujo en aquella época la tradicional procesión del Niño de Praga, que mantuvo su salida en cada Semana Santa del Santo Sepulcro, joya de la orfebrería que recorre aún importantes espacios de Camagüey sobre los hombros de feligreses.Dicha peregrinación, con partida desde la Plaza, devino espectáculo cultural que continúa atrayendo a creyentes y no creyentes.A raíz de la primera intervención norteamericana, se le cambió el nombre a la Merced por el de Charles A. Dana, director del periódico Sun de Nueva York, nombre oficial que muy pocos incorporaron, según reseñas de la época. Aún se conserva una lápida de mármol con aquel topónimo en el exterior de la iglesia.La creación allí de un parque con bancos, árboles y un estanquillo de prensa, en 1901, ofreció a los camagüeyanos un nuevo espacio de reunión en esta plaza, un calificativo que nunca perdió.Jóvenes intelectuales de la legendaria urbe concurrían al sitio donde tuvo su peña el Poeta Nacional Nicolás Guillén (1902-1989)y en cuyo centro el Ayuntamiento había plantado una ceiba para celebrar la instauración de la República en 1902.Aunque el parque fue eliminado años más tarde, el árbol se mantiene todavía, como auténtica pieza dentro del sistema de signos y de la cultura de Camagüey, rodeado de un muro de granito con verjas de hierro al estilo colonial.Además de servir de soporte en el 2005 a La gran manzana, del joven artista de la plástica Ricardo de Armas, la ceiba se ha convertido, junto a su Plaza, en escenario para los artesanos camagüeyanos durante las tradicionales fiestas de la Carcoma y de Barro y Fuego, entre otros eventos culturales de la ciudad.A ella se asocia el Teatro del Pueblo durante los festejos del San Juan, en junio de cada año.La modernidad del siglo XX trajo a la imagen de la Merced un marcado eclecticismo, que perdura en edificios como el que ocupó un banco canadiense, el de la Benemérita Sociedad Popular de Santa Cecilia o el de la tienda La Gran Señora, así como inmuebles de apartamentos construidos en su contexto.En su asiento tuvo lugar el 7 de agosto de 1925 la clausura del III Congreso Nacional Obrero, en el que participaron más de cien delegados de 82 organizaciones sindicales, un gran acontecimiento histórico.Quizás porque devino acostumbrado sitio de concentración para diversos actos políticos y culturales de carácter obrero y popular, fundamentalmente en la etapa revolucionaria, se la denominó con el apelativo vigente de Plaza de los Trabajadores.Por algún tiempo, en uno de los edificios del entorno también radicó la sede de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en esta provincia.Renovada con luminarias y demás elementos propios de las ciudades modernas, la bella Plaza mantiene sus encantos y el ritmo de la vida que le imprime su gente.* Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Camagüey.Em/mg

lunes, 12 de septiembre de 2011

El color cubano

Juventud Rebelde digital@juventudrebelde.cu10 de Septiembre del 2011 21:16:38 CDT





No se explica Cuba sin África, como tampoco sin las muchas Españas ni la impronta de otros pueblos europeos, asiáticos o de las cercanías americanas. Ni siquiera sin los pobladores originarios —los únicos que estaban aquí—, de los cuales apenas quedan reducidos vestigios tras la cruenta dominación hispánica.
Sin embargo, para que se revelara la raíz africana en su altura e intensidad hubo que vencer acendrados prejuicios y siglos de estulticia. A fin de cuentas, entre los que llegaron, a los africanos les tocó la peor parte: traídos a la fuerza, brutalmente desarraigados, explotados como esclavos y ninguneados como personas.
Esa realidad, que se arrastró luego de la abolición de la esclavitud, nunca debe ignorarse. No la obviaron los hombres y mujeres que en medio del marasmo republicano —Fernando Ortiz, Rómulo Lachatañeré, Lydia Cabrera, Alejo Carpentier, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Argeliers León, Odilio Urfé, Wifredo Lam, Roberto Diago, Nicolás Guillén, Gustavo Urrutia, Walterio Carbonell, entre otros— se empeñaron en jerarquizar los aportes de los africanos y sus descendientes a la fragua y desarrollo de la cultura nacional, fundamento que solo comenzó a empinarse hacia la plenitud —claro está, no sin obstáculos ni dificultades— luego de las radicales transformaciones revolucionarias operadas desde hace medio siglo en el país.
En la misión de continuar desbrozando caminos en la hora actual destaca el trabajo científico de la Fundación Fernando Ortiz, presidida por el poeta, novelista y etnólogo Miguel Barnet, que ha encontrado abonado el terreno para la promoción de los resultados de sus colaboradores en un sistema editorial que desde los tempranos 60 ha privilegiado la publicación de libros que dan cuenta de las múltiples contribuciones de la raíz africana, incluyendo la producción intelectual de los autores de ese continente y del entorno caribeño.
Entre las más recientes entregas, correspondientes a la agenda nacional por el Año de los Afrodescendientes, figuran la reedición de El engaño de las razas, de Fernando Ortiz; la promoción de Relación barrio - juego abakuá en la ciudad de La Habana, de Ramón Torres Zayas; y como novedades Las relaciones raciales en Cuba, de varios autores; y Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana, de David López Ximeno. A estos títulos la Editorial Oriente sumó Cultura rastafari en Cuba, de Samuel Furé Davis.
El texto orticiano, aparecido inicialmente en 1946, quizá sea el más completo ensayo desmitificador de cuánta superchería pseudocientífica ha tratado de justificar presuntas ventajas y desventajas raciales encaminadas a la imposición hegemónica. Tras una exhaustiva exposición, el maestro concluye que «todos los seres humanos, dignamente humanos, debieran ayudar a la buena faena de ir desvaneciendo esos fantasmas enemigos que son las razas».
Las relaciones... reúne, oportunamente, siete estudios que diagnostican y revelan, bajo un prisma metodológico riguroso y desde la experiencia de campo, las causas y manifestaciones racistas que aún perviven en diversos estratos y comunidades de la Isla. López Ximeno, por su parte, estudia la evolución del propio Ortiz en sus apreciaciones sobre el determinismo racista entre el color de la piel y la propensión a la delincuencia, con lo que rebate la idea de la supuesta criminalidad de cierto grupo social en relación con su origen étnico, devenido factor para el desencadenamiento de prejuicios y actitudes que impiden la más justa comprensión del problema.
Siguiendo pautas trazadas por Lydia Cabrera, Rafael López Valdés y el mismo Ortiz, Torres Zayas aporta un interesantísimo y muy completo estudio que trasciende la territorialización de los juegos abakuá en la capital, para valorar en su más exacta expresión, el peso histórico, la relevancia social y la ética de los cubanos adscritos a esas sociedades.
En cuanto a la investigación de Furé Davis, inaugura la mirada integral, desde nuestra óptica, de uno de los fenómenos más llamativos y controvertidos de la cultura contemporánea: el rastafarismo, cuyo icono más visible es el jamaicano Bob Marley.
Estas publicaciones en su conjunto pueden tomarse como nuevas revelaciones de lo que Guillén anticipó como real perspectiva integradora de nuestra identidad con una frase: el color cubano.

Tomado del periódico "Juventud Rebelde", 10 de septiembre/2011

sábado, 27 de agosto de 2011

El último aldabonazo


Ultimo Aldabonazo, Eduardo R. Chibás
Su último discurso el 5 de agosto de 1951CMQ - Estudio 3

Todos los domingos a las 8 de la noche por estos micrófonos en la CMQ, que durante 7 años han estado defendiendo los intereses fundamentales de nuestro pueblo. Grave la situación que confronta el país cuando la familia Carlos Prío se lanza al control de la radiofusión, se lanza al control de la televisión, como antes se lanzara al control de los omnibus, de las comunicaciones y despues tambien a la terminante omnibus. Están siguiendo la política peronista y la politica de Trujillo.Hace cinco siglos el Tribunal de la Inquisición le gritaba a Galileo: ¡Mentiroso y Engañador! ¡Presenta las pruebas de que la tierra se mueve alrededor del Sol! Galileo no pudo presentar las pruebas físicas del hecho evidente, y fue condenado, pero siguió repitiendo, firme en su convicción moral: "¡Pero se mueve!" "¡Pero se mueve!"Hace cinco años acusé al Ministro de Educación José Manuel Alemán, de robar los dineros del material y el desayuno escolar y de estar fomentando en Miami un imperio de propiedades inmuebles. El Ministro Alemán y todos sus corifeos atronaron el espacio gritando: ¡Mentiroso! ¡Calumniador! ¡Presenta las pruebas! Yo no pude presentar las pruebas físicas de que se estaban robando el dinero del Tesoro Nacional, pero seguí repitiendo, firme en mi convicción moral: ¡Se lo roban! ¡Se lo roban!Ahora acuso al Gobierno de Carlos Prío de ser el más corrompido de cuantos ha tenido la República hasta el presente y a su Ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, --que ha sustituido el BAGA por el ASA-- de robarse los dineros del material y el desayuno escolar y de realizar grandes inversiones en Guatemala y otras Repúblicas de la América Central al no permitirle el Gobierno de Washington entrar en los Estados Unidos por sus antecedentes comunistas.El domingo pasado, desde esta misma tribuna de orientación y combate, presenté al pueblo pruebas irrefutables de la enorme corrupción del régimen de Prío: fotografías de escuelas y hospitales en la miseria, contrastando con las fincas y palacetes ostentosos de gobernantes que hace poco vivían en la pobreza. Sin embargo; a pesar de que las continuas depredaciones del Machadato, de Batista, de Grau San Martín y Carlos Prío no han conseguido embotar la sensibilidad moral del pueblo cubano, lo que habla muy alto de la firmeza de sus virtudes, mis palabras del pasado domingo no tuvieron toda la resonancia que la grave situación requería. Cuba necesita despertar. Pero mi aldabonazo no fue, quizás, lo suficiente fuerte. Seguiremos llamando a la conciencia del pueblo cubano.Por su posición geográfica, la riqueza de su suelo y la inteligencia natural de sus habitantes, Cuba tiene reservado en la historia un grandioso destino, pero debe realizarlo. Otros pueblos asentados en islas que no gozan de nuestra situación geográfica privilegiada, han desempeñado en la Historia un papel de preeminencia singular. En cambio, Cuba ha visto frustrado su destino histórico, hasta ahora, por la corrupción y ceguera de sus gobernantes, cuyo pensamiento salvo excepciones-- ha volado siempre a ras de tierra.La feliz conjunción de factores naturales tan propicios a un gran destino, unido a la alta calidad de nuestro pueblo, sólo espera la gestión honrada y capaz de un equipo gobernante que esté a la altura de su misión histórica. Ese equipo no puede ser el del Gobierno actual, corrompido hasta la médula, aunque se disfrace de nuevos rumbos para encubrir sus robos, sus contrabandos y desvergüenza. Ni puede ser la falsa oposición de Batista, que alienta el regreso de los coroneles, el palmacristi, la goma y el plan de fuga, con la taimada ayuda del comunismo internacional. Ni tampoco puede ser el grupo de despechados que siguen al ex-Presidente Grau. El único equipo gobernante capaz de salvar a Cuba es el del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), con su línea antipactista de la independencia política, que no admite transacciones ni componendas.¡Compañeros de la Ortodoxia, adelante! ¡Por la independencia económica, la libertad política y la justicia social! ¡A barrer a los ladrones del gobierno! ¡Vergüenza contra dinero!¡Pueblo de Cuba, levántate y anda! ¡Pueblo cubano, despierta! ¡Este es el último aldabonazo!

domingo, 7 de agosto de 2011

Café de Artistas

Café de artistas



Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu30 de Julio del 2011 20:43:42 CDT
Hace tres semanas, cuando en esta página hablamos sobre las posadas, mencionamos el primero de esos establecimientos que existió en La Habana. Con el nombre de Carabanchel, abrió sus puertas a fines del siglo XIX, en la esquina de San Miguel y Consulado, y, asegura el doctor Juan de las Cuevas, se trataba de un edifico de tres plantas con 22 habitaciones y apartamentos que tenían entrada independiente desde la calle.
Hoy hablaremos del primer cabaret o night club —llamémosle así— con que contó nuestra capital. Corrían los días de la Guerra de los Diez Años; La Habana más que una ciudad semejaba un cuartel o una plaza sitiada, y, para refocilarse, parecían bastar a los habaneros los espectáculos teatrales, las corridas de toros, las funciones de circo, los panoramas… cuando en la calle Habana y Amargura se instaló el primer café cantante que tuvo la villa. Lo curioso del asunto es que con dicha empresa surgía asimismo una figura que se entronizaría en nuestra vida nocturna: el llamado consumo mínimo. Por 25 centavos, que se abonaban al portero, se disfrutaba del espectáculo y se aseguraba el cliente un refresco.
El programa de aquel café cantante no difería, en lo esencial, de los de los centros nocturnos que le siguieron e incluso llegan hasta hoy. En espectáculos que duraban acaso una hora, se incluían canciones alegres, bailes picarescos, algún acto de zarzuela o comedia y también alguna que otra pieza con un tema de actualidad, como aquella que se titulaba Lo que pasa en la manigua… Por lo demás, mucho humo, mucha algazara, mucho ruido; parroquianos que exhalaban su gozo con gritos y carcajadas, mientras que otros que querían olvidarse del mundo, se enterraban en sus recuerdos con la pipa humeante entre los labios y el vaso de coñac en la mano.
El ancho salón está atestado de mesas y sillas, ocupadas en la más revuelta confusión por una multitud abigarrada. A la derecha se halla la cantina, donde de continuo se escucha el chinchín de las copas y el entrechocar de las bandejas. Al fondo, el pequeño escenario; y detrás del bar, otra figura que acompañaría la vida nocturna cubana hasta 1959, el garito, la sala de juego.
El calor es de mil demonios. Unos ventanillos en lo alto de las paredes dejan entrar el aire de la calle, pero también todos sus ruidos, el estrépito de los vehículos y la vocería de los cocheros. Las puertas auxiliares se mantienen cerradas para evitar que alguien penetre sin pagar y la puerta principal, celosamente controlada por el portero, permanece entornada.
Hay de todo en el público. Marineros con sus blusas azules y sus gorras con anclas y letreros pintorreteados echadas hacia atrás. Peones. Jornaleros. Carreteros. La crema de los descamisados, cubiertos con camisetas de punto manchadas de sudor y grasa. Soldados que vienen de la guerra contra los mambises o que saldrán en campaña de un momento a otro. Reclutas que quieren apurar los placeres de la ciudad, pero que no ocultan su inquietud por llegar al cuartel a la hora marcada por el pase. Mujeres descocadas que fuman, beben y gritan. Mercaderes que trabajaron duro durante todo el día y buscan ahora un rato de distracción. El chiste burdo y grosero es mejor acogido que la tiple que, con el respaldo del piano, se esfuerza por entonar lo mejor posible la canción de moda.
El director de la orquesta de aquel café de artistas, un profesor de violín que amenizaba los entreactos y que en ocasiones también acompañaba a los cantantes junto al piano, era el maestro Anselmo López, que andando el tiempo llegaría a ser propietario de una casa de música y almacén de pianos situada en la calle Obispo, a pocos pasos de la Plazoleta de Albear, en la acera de la derecha según se avanza hacia el mar. Fue la casa de música de López la que imprimió por primera vez la partitura de la Canción a Martí, y aunque se vendieron miles y miles de copias de la pieza, sus autores, el letrista Pancho Eligio y el músico Alberto Villalón, no recibieron, cosa frecuente en la época, un solo centavo del lucrativo negocio. Pero esa es otra historia que contaré quizá alguna vez.
La primera ruleta
Raro es encontrar, durante la Colonia, a un extranjero que escribiera sus impresiones sobre la Isla y no consignara una referencia principal al juego.
«No hay ciudad, pueblo ni rincón de la Isla hasta donde no se haya difundido este cáncer devorador: se juega desde la punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio», escribía, en 1832, José Antonio Saco. Por esa misma fecha, el gobernador Miguel Tacón ponía en conocimiento del Gobierno de Madrid que más de 12 000 personas se mantenían en La Habana en las casas públicas de juego, cuando la capital contaba apenas con 100 000 habitantes. «Y son blancos y también negros, tanto libres como esclavos». Cinco décadas después, escribía Raimundo Cabrera: «Esta es la tierra donde el juego del monte y otros no menos ilícitos y escandalosos, se han establecido en calles y plazas, como medios de arbitrar fondos para edificar iglesias y donde las casas de juego han sido siempre objeto de pingües explotaciones».
Las casas de juego antecedieron pues a los cafés de artistas. La primera ruleta que funcionó en la Isla parece haber estado instalada en el café El León de Oro, en la Plaza de San Francisco. Fue este espacio —la segunda plaza con que contó la urbe por orden de antigüedad— el mercado público en los comienzos de la vida habanera, hasta que por petición de los frailes franciscanos lo trasladaron a la plaza que entonces llamaron Nueva y que nosotros conocemos como Plaza Vieja.
Pero con o sin mercado esa Plaza de San Francisco fue durante la Colonia el centro de la vida comercial y de toda clase de transacciones. Lugar de espera, carga y descarga de los carretones que acudían al muelle y a los almacenes que rodean aquel lugar. Depósito de mercancías y frutos… Todo era allí ruido, movimiento, vida; ir y venir de gente, trasiego de carretas y carretones… Por ella, dice el historiador Emilio Roig, desembarcaban también los inmigrantes que venían de la Península a hacer dinero en América o a morir de fiebre amarilla, sin haber logrado sus ansias de riquezas.
¿Y el juego?
Durante muchos años del período colonial fue precisamente esa Plaza uno de los escenarios principales del juego en La Habana. Con el pretexto de la feria de San Francisco, el más humilde de todos los santos, que comenzaba el 3 de octubre, se proporcionaban jornadas de esparcimiento más o menos lícito a ricos y pobres y en las que imperaba, por encima de todo, el juego. En la misma plaza se colocaban numerosas mesitas que facilitaban los lances de la «lotería de barajas, el gallo indio y el negro, la perinola y los dados», mientras en El León de Oro y en inmuebles aledaños hacían su agosto en las bancas, a costa de la clase distinguida y culta, toda una pléyade de astutos talladores.
En un país donde imperaba la esclavitud, el blanco cruzaba sus apuestas con el negro libre y este lo hacía con el esclavo… Los garitos tenían en la Cuba colonial un poder nivelador formidable y eficaz, que no se ponía de manifiesto con la exaltación del de abajo, sino con la depresión del de arriba.
Los juegos más corrientes eran los de naipes, y entre estos el llamado «monte» llevaba la supremacía. Cierto es que era un juego de origen español, pero la inteligencia y la astucia del cubano lo había dotado de mil y un complicadas combinaciones. Mas no se piense que imperaban los mismos entretenimientos en todos los garitos y sitios destinados a los juegos de azar. El bacará, el 30 y 40 y el póker, tal vez por su mismo abolengo extranjero, eran muy comunes entre los socios de clubes y casinos, así como de cualquier entidad con membresía reglamentada. La ruleta, en todas sus manifestaciones, era incentivo usual en ferias, romerías y jolgorios al por mayor, en tanto que el burro, el 31 y las siete y media se hacían habituales en tabernas, cantinas y billares. Las rifas y los acertijos de la charada china satisfacían a menestrales y domésticos.
La Metrópoli explotó la pasión por el juego y creó la Real Lotería de la Siempre Fiel Isla de Cuba. El 21 de abril de 1812 se celebró el primer sorteo. Fue, dicen especialistas, la renta más sólida y segura del Gobierno colonial que, por ese concepto y en menos de cien años, pudo sacar de Cuba más de 150 millones de pesos.
Baile, baraja y botella
Algunos gobernadores españoles no ocultaban su pasión por el juego. Francisco Dionisio Vives llegó a tener su propia gallería en el patio del Castillo de la Fuerza y para que atendiera sus crías sacó de la cárcel a un asesino alevoso de apellido Padrón, que era experto en esos menesteres.
También era aficionado a los gallos José Gutiérrez de la Concha. Verdugo de tantos patriotas, aquel funesto gobernante se deleitaba con los espolonazos de los jabaos y los pintos mientras clavaba su espolón de militarote feroz en las mismas entrañas del país. Fue uno de los pocos militares españoles que gobernó la Isla en tres ocasiones. La primera vez condenó a muerte a Narciso López, de quien fue subordinado en el ejército español, y mandó a fusilar en las faldas del Castillo de Atarés a 50 de los compañeros de aquel caudillo anexionista. En su segundo mandato ordenó dar garrote a Pintó y a Estrampes, pero salió de La Habana con el sambenito de débil. Claro, en su primer gobierno había tumbado más de 50 cabezas y solo dos en el segundo.
Pero a lo que iba. Si durante sus dos mandatos iniciales, Concha se bañó en sangre, en el tercero se bañó en oro. No le sucedería en esa tercera oportunidad lo de la primera vez, cuando, a su retorno a España, debió pedir dinero prestado. Esa vez, pese a que la insurrección mambisa estaba en su apogeo, Concha hizo un Gobierno que la gente definió como de las «b»: baile, baraja y botella. Ganaba y perdía grandes cantidades de dinero en la casa de la Condesa de Jibacoa, de quien era contertulio asiduo, y como apenas se ocupaba de la guerra, los intransigentes decían que estaba vendido al oro mambí.
Es Concha el protagonista de la anécdota con la que cerraré esta página. Marianao se había convertido en uno de los lugares preferidos de veraneo de las familias habaneras pudientes y allá fue Concha, con la suya, a disfrutar de las aguas medicinales, la limpieza del aire y la belleza del paisaje.
Una noche, el capitán pedáneo local, señor de horca y cuchillo, sorprendió una mísera timba en un cuchitril de La Ceiba. Uno de los arrestados dijo que en Marianao se jugaba fuerte, pero que el oro cerraba los ojos del capitán. Picado en su amor propio, el hombre se metió en una casa rica.
—Preso todo el mundo en nombre de la ley —vociferó al llegar a la sala de juego, donde jugaban a los naipes—. ¡Vengan! Pónganse en fila y díganme uno a uno sus nombres.
Concha, que estaba entre los jugadores y tallaba la mano en el momento de la interrupción, dijo su nombre y todos sus títulos con pasmosa frialdad, y pidió enseguida a uno de sus ayudantes que arrestase al capitán pedáneo y lo internase en el Morro.
Tres días después, apiadado de la familia del preso, el Gobernador ordenó a su secretario que buscase una capitanía para el sujeto.
—En Santa Clara, General, en la localidad de Jumento, hace falta un pedáneo —contestó el aludido.
—¡En Jumento! ¡Excelente! Ningún otro sitio parece destino mejor para ese animal —comentó Concha.
Fuentes: Textos de R. Cabrera, Villoch, Roig, De la Iglesia y Pérez Tarrau.
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miércoles, 20 de abril de 2011

Los callejones de mi Camagüey

Cuba: Camagüey, ciudad de insólitos callejones



Escrito por Mabel Guerra García (Prensa Latina *)

17 de abril de 2011, 03:02Por Mabel Guerra García (Prensa Latina *)Camagüey, Cuba (PL) Los callejones que conforman el atípico trazado urbano de la ciudad de Camagüey son uno de sus mayores atractivos. Junto a las estrechas y sinuosas calles del enrevesado entorno histórico, ellos perduran como curiosidad genuina en el ambiente arquitectónico de esta urbe, particularmente delineada dentro del conjunto de ciudades coloniales cubanas y caribeñas.Pasados los siglos, estas curiosas vías de Camagüey resaltan ante la vista de todos no solo por su abundancia, en número superior a las 60, sino también por sus peculiares características.Por su limitada amplitud, han logrado perturbar por años a choferes foráneos y hasta que uno u otro citadino que por desconocimiento desboca en alguna de ellas, como es el caso del "Callejón del cura" o "del Silencio", el más estrecho de la villa.Situado entre las calles de Plácido y Veinte de Mayo, la añeja calleja mide apenas un metro y 40 centímetros de ancho y 52 metros de largo, lo que se hace imposible la circulación por allí de un automóvil de regular tamaño.En lo de apretujados espacios supera al de "Ramón Ponte", conocido también aquí como "Funda del Catre" o "Poza del Mate", que se extiende por 77 metros con una anchura de dos metros y 20 centímetros, considerado hasta hace poco tiempo la más ceñida de las rutas camagüeyanas.El callejón más pequeño del emporio es el nombrado "Tula Oms" o "de La Miseria", ubicado en la plazoleta de Bedoya, de solo 15 metros de longitud con tres metros y 80 centímetros de ancho; su prolongación es inferior a la de un buen vehículo o camión.Además de ser una de las arterias más cortas del país, puede ser que también se incluya entre las menos pobladas del mundo, pues para asombro de todos en este tramo se hallan solo dos viviendas, una frente a otra.Estas superestrechas calles resultan igualmente atrayentes por el origen curioso de sus nombres, muy vinculados a personajes, labores o hechos en la villa.Tal es el caso del "Callejón de Tío Perico", denominado así por un viejo pescador que vivía esquinado en ese lugar, junto al río Hatibonico, donde nace o termina este paso estrecho.El "de Academia", por una escuela de bailes existente en ese sitio, mientras que el "de Las González" debe su nombre a unas buenas beatas hermanas de ese apellido, avecindadas en el lugar.Las referencias históricas apuntan igualmente que unas hermosas muchachas de cierta familia, quienes vivían en la zona, dieron al "Callejón de Los Ángeles" ese calificativo.No menos atrás de estos denominadores populares queda el "Callejón de los Sacristanes", llamado de esa manera porque era un camino lateral por donde estas dignidades de la Iglesia de Santa Ana acostumbraban a entrar y salir del edificio."Cárcel", por ser sitio inmediato a la antigua penitenciaría de la localidad.Otros callejones como el del "Templador" y "Cuerno" adquirieron sus nombres por las figuras que poseen; el primero, por el instrumento que utilizan los afinadores de piano, y el segundo porque tiene la forma de una cornamenta curva, estrecha en un extremo y ancho en el otro.También aparecen en la lista otros ejemplos de nombres curiosos: El de la Alegría, del Cañón, Apodaca, Fundición, Káiser, Magdalena, Soledad, Cucaracha, San Juan Neponuceno, Correa, Montera, Triana, San Serapio, Aruca, Las Micaelitas, Las Niñas y La Risa.Y aunque a algunos de ellos en la actualidad se les cambió la designación, los lugareños se aferran a seguir llamándolos como antaño, quizás debido a las tradiciones, las raíces culturales y la dinámica de esta ciudad.Han sobrevivido como fieles testigos del paso del tiempo, resistentes a la circulación diaria de transeúntes y choferes por los destinos de esta urbe que se acerca ya a los 500 años de fundada.Como cualquier otro de los itinerarios camagüeyanos, figuran en la cartografía local, pero con ese visible distingo de sus raras apariencias y castizos esbozos que los convirtieron en populares callejas de Camagüey.Hoy, pasear por estos callejones es una sugerente rutina para el disfrute de naturales y extranjeros, quienes a su paso por la adoquinada travesía siempre descubrirán historias o leyendas que perduran en esta legendaria villa.(*) La autora es corresponsal de Prensa Latina en la ciudad cubana de Camagüey.arb/mgg

viernes, 18 de febrero de 2011

Carlos J. Finlay (2)

Finlay, el esbozo de una magistral teoría
Orfilio Peláezpelaez@granma.cip.cu
Condicionada en gran medida por una devastadora epidemia de fiebre amarilla, que entre 1878 y 1879 asoló más de cien ciudades de Estados Unidos, el Gobierno de esa nación propuso reunir en una conferencia mundial a las potencias marítimas, cuyos puertos pudieran ser infectados por tan terrible mal.
En aquella época las autoridades sanitarias del país norteño creían que la fiebre amarilla era una enfermedad importada, de ahí el interés de buscar medidas legales para evitar su introducción.
Como señalan estudiosos del tema, el objetivo principal de los promotores del cónclave radicaba en lograr un acuerdo que garantizara, por parte de inspectores norteamericanos, la revisión de los buques fondeados en cualquiera de los países que tuvieran relaciones con Estados Unidos, y certificar si podían entrar o no al territorio de la Unión.
La Conferencia Internacional Sanitaria de Washington comenzó en febrero de 1881 y, desde su inicio, muchas naciones se opusieron a la anterior propuesta por considerarla una intromisión en sus asuntos internos.
Así el evento se dilató en prolongadas discusiones que no parecían conducir a un acuerdo, pues muchos delegados alegaron que la ciencia médica carecía de medios seguros capaces de determinar la existencia de los gérmenes causantes de la fiebre amarilla en los barcos.
Para representar a Cuba y Puerto Rico en la magna cita, el régimen colonial español designó al doctor Carlos Juan Finlay, quien intervino en la conferencia el día 18 de febrero, cuando todo el debate en torno a las regulaciones legales había terminado, y algunas voces se pronunciaban a favor de crear una comisión internacional encargada de estudiar la enfermedad, convencidos de que no existía medio eficaz para detener su propagación.
Hombre modesto y trabajador infatigable, el médico cubano de 48 años habló en el foro y explicó que en La Habana la fiebre amarilla era estudiada con mucho interés. Relató, además, los trabajos desarrollados al respecto por la comisión que presidía dentro de la Sociedad de Estudios Clínicos.
Al explicar su voto favorable a los proyectos de los representantes de España y Portugal, dirigidos a promover a nivel internacional la investigación científica de la fiebre amarilla, planteó que, según su opinión, para que el flagelo se propagase eran necesarias tres condiciones:
"La existencia previa de un caso de fiebre amarilla, comprendido dentro de ciertos límites de tiempo con respecto al momento actual; la presencia de un sujeto apto para contraer la enfermedad; y la presencia de un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, pero necesaria para trasmitir el padecimiento al hombre sano".
Mi único objeto, agregaría Finlay, es demostrar que si mi hipótesis u otra análoga llegase a realizarse, las medidas que hoy se toman para detener la fiebre amarilla resultarían ineficaces; toda vez que se estarían combatiendo las dos primeras condiciones, en lugar de atacar la tercera, para destruir el agente de transmisión o apartarlo de las vías por donde se propaga la enfermedad.
Con esas palabras esbozó su más grande y original aporte: la revolucionaria teoría científica del contagio de las enfermedades epidémicas, y el postulado más valioso expuesto en la historia de la medicina hasta ese momento para la prevención y profilaxis de los padecimientos contagiosos, la supresión del vector.
Los participantes en la conferencia apenas repararon en lo planteado por Finlay, quizás debido al ambiente de confrontación reinante, sobre todo entre las posiciones de España y Estados Unidos; pero de haberlo hecho, el camino para controlar y erradicar la fiebre amarilla se hubiera allanado casi 20 años antes de lo que debió esperar el mundo.
Apenas seis meses después, el 14 de agosto de 1881, Carlos Juan expuso su doctrina ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, e identificó al mosquito Culex, (hoy Aedes aegypti), como el agente transmisor de la enfermedad.
Para beneplácito de los cubanos, el legado del más universal de nuestros científicos tiene vigencia plena, y nadie pone en duda la validez de la lucha antivectorial en la eliminación de un número importante de enfermedades. Sin embargo, casi nada queda de quienes intentaron apropiarse de su obra para ganar gloria.


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jueves, 17 de febrero de 2011

Carlos J. Finlay

Carlos J. Finlay, un científico universal
17/02/2011
Con su brillante descubrimiento y la aplicación de los principios epidemiológicos del sabio cubano, doctor Carlos Juan Finlay Barrés, en el siglo XIX pudo ser tratada la mortífera fiebre amarilla urbana.
Luego de dedicarse por entero al estudio de las enfermedades que aquejaban a la población, el investigador camagüeyano, quien nació el tres de diciembre de 1833, estuvo muy vinculado a los centros científicos del país y la mayoría de sus trabajos los discutió en el seno de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Entre sus múltiples investigaciones, Finlay trató sobre el tétanos infantil, la tuberculosis, el paludismo, la lepra y otras enfermedades.
Más el gran aporte de su genio a la medicina mundial está referido a la teoría del agente intermediario en la transmisión de enfermedades infecciosas, que le permitió descubrir la forma de propagación y control de la fiebre amarilla, el más terrible azote epidemiológico de su época en Cuba.
Luego de estudiar más de 600 variedades de mosquitos, el experto llegó a la conclusión de que sólo la hembra de ese insecto, clasificado hoy como Aedes aegypti, era capaz de explicar toda la historia natural de la enfermedad, según refiere el doctor Gregorio Delgado, historiador del Ministerio de Salud Pública.
El descubrimiento de Finlay sirvió también, indirectamente, para mostrar a los pueblos los turbios manejos del entonces naciente imperialismo norteamericano, ya que se trató de adjudicar la gloria de este descubrimiento a una comisión de médicos estadounidenses y quitarle así el gran mérito al destacado científico cubano.
Con sólo 48 años de edad, Finlay había dedicado más de dos décadas al estudio de la fiebre amarilla, desde su graduación en los Estados Unidos en 1855.
El 18 de febrero de 1881 fue el primer científico del mundo que expuso ante un auditorio de especialistas, reunidos en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, su teoría sobre la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito Aedes aegypti.
Merecidos reconocimientos públicos y privados al insigne sabio cubano figuran en los archivos de la Fundación Alfred Nobel, donde se encuentran documentos que prueban cómo, entre 1905 y 1915, Finlay fue propuesto repetidamente para obtener el preciado galardón en Medicina.
Entre los solicitantes aparece Sir Ronald Ross, premio Nobel de Medicina en 1902.
En 1907, la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, le entregó su más alta distinción, mientras un año más tarde, el gobierno francés le otorgó la insignia de la Legión de Honor, reservada a personalidades de reconocido prestigio.
El ocho de noviembre de 1911, el cubano fue nombrado miembro corresponsal de la Academia de Medicina de Francia.
Una gran parte de su larga existencia, que sobrepasó los 80 años de edad, el doctor Carlos Juan Finlay la dedicó a la organización de la sanidad pública en Cuba y creó las bases de la Escuela Cubana de Higienistas de principios del siglo XX.
En mayo de 1902 fue nominado como jefe nacional de Sanidad y del Departamento de Sanidad Municipal de La Habana, cargos que desempeñó hasta 1909, y por primera vez en el mundo, la organización de salud pública en Cuba fue elevada a categoría ministerial. (Por Iris Armas Padrino, AIN)


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jueves, 10 de febrero de 2011

Hace 60 años..


Hoy como ayer (crónica)


La Virgen Peregrina en la ciudad de Camagüey.
A seis décadas de distancia
Por: Carlos A. Peón Casas

Es ya todo un suceso la próxima visita de la imagen de nuestra Virgen de la Caridad a la ciudad agramontina. Un hecho que vienen a repetirse en el tiempo con seis décadas de distancia, pero con el mismo carácter, y las mismas coordenadas de fe de los habitantes de este terruño, de antes y de ahora.
El 30 de agosto de 1951 fue un día clásico de verano en la ciudad de Camagüey, mucho sol durante el día, y al atardecer un poco de fresco. Justo con la caída del astro rey por el poniente, la ciudad se prestó en una masa compacta que los periódicos de la época calcularon entre 80.000 y 100.000 personas, a recibir a su Madre del Cielo, que llegaba escoltada desde el poblado de Vertientes, en larga procesión de vehículos y pueblo en general a los predios del Casino Campestre, el sitio escogido para el vibrante acto de bienvenida.
Allí llegó en lenta marcha, que según nos recuerda una crónica de entonces, encabezaban el "Obispo, Mons Carlos Ríu, el Clero, los Consejos Diocesanos de las cuatro ramas de la Acción Católica, los Veteranos, los Caballeros de Colón con sus esposas… En andas llegó la sagrada imagen, cargada por los mismos mambises que antaño la llevaron en sus pechos gloriosos; los mismos que le rezaron en la manigua y le encomendaron sus sueños de libertad…" Los miembros de la policía motorizada de entonces abrían y cerraban la marcha, y la Banda Municipal dejaba oír elogiosas melodías a la Madre de todos los cubanos. Luego en apretadas columnas, los camagüeyanos acompañaron a la Madre hasta la Iglesia Catedral en el Parque Agramonte, el recorrido de la imagen en su vistosa carroza, adornada con profusión de flores se verificaba a lo largo de la calle Independencia. Ya dentro del templo abarrotado se escucharon los discursos del Obispo y el Alcalde, y este último entregaba a la Peregrina, en simbólico gesto, las Llaves de la ciudad.
La visita se extendería por diez días, y en el transcurso de aquellos, saludaba la Virgen a todas las parroquias e iglesias, y sus entornos, incluyendo los hospitales y asilos, los barrios y sus catequesis, los colegios religiosos, y el convento de las Madres Reparadoras con su capilla anexa en la calle Luaces. La imagen también visitaría a los presos en el antiguo Vivac; el Cuartel de Bomberos , el Ayuntamiento y el Centro de Veteranos.
Tan temprano como a las 6 de la mañana, se llevaba a cabo un acto piadoso de hermosísimo signo que sería repetido cada día de su estadía en la ciudad agramontina: el Rosario de la Aurora, con un recorrido que aquel día principió en la Iglesia Catedral y llegó hasta la capilla de San Juan de Dios, para regresar luego al sitio de origen. Acto seguido se oficiaba una Misa de Comunión en la Catedral presidida por el obispo diocesano.
El sábado 8 en la Plaza de la Caridad, y frente al atrio de la iglesia, la imagen de la Patrona era recibida por una vibrante multitud. Era el día de su Fiesta, que ya venía acompañada y precedida por la siempre tradicional Feria de la Caridad, tan proverbial en la memoria del imaginario popular, y que se remonta a los albores de la devoción a la Patrona de Cuba en el Puerto Príncipe del siglo XVIII.
La celebración eucarística tuvo lugar aquel sábado a las 4. p.m. La Misa de Comunión General acogió unos 1000 comulgantes, según la crónica del P. Oroquieta, ya citada, y una vez terminada, fue interminable el desfile de los devotos ante la bendita imagen. Camagüey se rendía otra vez ante los pies de la Madre de todos los cubanos, dejando en sus amorosas plantas, sus más caros anhelos y sueños, su oración más ferviente, su agradecimiento por tantas dádivas de ella recibidas.
El domingo 9 como colofón de la visita, se tenía una Misa Solemne de Despedida a la imagen de la amada Virgen del Cobre en la Iglesia Catedral, de donde salía de la ciudad rumbo a Nuevitas, y con una primera parada en al cercano poblado de Altagracia, en su itinerario hacia la costa noreste de Camagüey.

Publicado por Arzobispado de Camagűey Cuba -

jueves, 3 de febrero de 2011

Nuestra Señora de la Soledad


NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD RECIBIRÁ A LA VIRGEN MAMBISA

Por: Maruchy Duarte Ramos

Camagüey, febrero 3 (10.05 am.)

...1600... Puerto Príncipe, El Camagüey Legendario… rompían los albores de una madrugada de lluvia, rayos y truenos; las carretas cargadas de cajas chillaban intensamente hundiéndose en el fango, una de ellas cargada hasta el tope se atascó y decidieron descargarla, bajando las cajas y paquetes. De pronto se dieron cuenta que en una de las cajas venía una bella imagen de la Virgen de la Soledad y uno de los carreteros exclamó: "¡es que quiere que aquí le levantemos una ermita!..."

1697 – Se edifica la Ermita de Nuestra Señora de La Soledad.
1703 – Inaugurada oficialmente como Parroquial Auxiliar.
1814 – Bautizada en esta parroquia Gertrudis Gómez de Avellaneda.
1832 – El Padre Valencia predicó en varias ocasiones desde el púlpito de La Soledad.
1843 – Bautizado en esta parroquia Ignacio Agramonte y Loynaz.
1853 – Bautizada en La Soledad Doña Ma. del Carmen Zayas Bazán, esposa de José Martí.
1868 – Celebrado en este templo el matrimonio de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni.
1949 - Fue bautizada la preciosa niña Gloria Hotensia Salix Martinez de Santelices hija de Eduardo Salix y Gloria Santelices
1964 – Se le otorga a la iglesia de La Soledad la condición de Patrimonio Local.
1972- Fue bautizado el insigne camagueyano Daniel Ferrer, hijo de Lorenzo y Noelia!!!
2003 – En Misa solemne se celebraron los 300 años de la Parroquia de la Soledad, Mons. Adolfo, primer arzobispo de Camagüey, predica por última vez, cuatro días antes de su Camino hacia la Casa de Dios.
2004 – Se comienza la restauración capital del templo.
2007 – Se reinaugura el templo de La Soledad.

Esta comunidad mantiene viva su actividad apostólica. Hay misas diarias. Exposición del Santísimo los primeros jueves de cada mes. Los niños reciben catequesis los sábados y los adultos catecumenado los martes. Se imparten clases de formación religiosa para jóvenes y adultos. Se brindan almuerzos los miércoles y desayunos los sábados a personas necesitadas.

A más de 300 años de existencia, este templo, gracias a Dios, sigue siendo un lugar de encuentro, oración y misericordia.

Una comunidad que, en estos últimos meses, ha puesto su esfuerzo misionero en dar a conocer la buena noticia de la visita de la Virgen Peregrina: niños, jóvenes, adultos y matrimonios, en distintos horarios y días de la semana han visitado casa por casa a todos los vecinos de su territorio.

Y es La Soledad la que el 21 de Febrero abrirá sus puertas y se iluminará toda para recibir y alabar a la Madre y Patrona de todos los cubanos, a la imagen llamada Mambisa, que morará por casi 24 horas, con todos los que lleguemos a venerarla y presentarle nuestras súplicas.

1934 - Fue bautizada el 15 de julio por el P. Angel Bonet, una camagüeyana que no se despinta:
Bertha Manuela Angela del Niño Jesús Perseverancia Porro García , hija del conocido periodista Pedro Porro Piña y de su esposa Amelia García Pérez.