Teresa de Jesús

"Los desgarros de la vida, los remendaba Teresa,

con la aguja de la fe y el dedal de la paciencia."

Eduardo Marquina

viernes, 18 de febrero de 2011

Carlos J. Finlay (2)

Finlay, el esbozo de una magistral teoría
Orfilio Peláezpelaez@granma.cip.cu
Condicionada en gran medida por una devastadora epidemia de fiebre amarilla, que entre 1878 y 1879 asoló más de cien ciudades de Estados Unidos, el Gobierno de esa nación propuso reunir en una conferencia mundial a las potencias marítimas, cuyos puertos pudieran ser infectados por tan terrible mal.
En aquella época las autoridades sanitarias del país norteño creían que la fiebre amarilla era una enfermedad importada, de ahí el interés de buscar medidas legales para evitar su introducción.
Como señalan estudiosos del tema, el objetivo principal de los promotores del cónclave radicaba en lograr un acuerdo que garantizara, por parte de inspectores norteamericanos, la revisión de los buques fondeados en cualquiera de los países que tuvieran relaciones con Estados Unidos, y certificar si podían entrar o no al territorio de la Unión.
La Conferencia Internacional Sanitaria de Washington comenzó en febrero de 1881 y, desde su inicio, muchas naciones se opusieron a la anterior propuesta por considerarla una intromisión en sus asuntos internos.
Así el evento se dilató en prolongadas discusiones que no parecían conducir a un acuerdo, pues muchos delegados alegaron que la ciencia médica carecía de medios seguros capaces de determinar la existencia de los gérmenes causantes de la fiebre amarilla en los barcos.
Para representar a Cuba y Puerto Rico en la magna cita, el régimen colonial español designó al doctor Carlos Juan Finlay, quien intervino en la conferencia el día 18 de febrero, cuando todo el debate en torno a las regulaciones legales había terminado, y algunas voces se pronunciaban a favor de crear una comisión internacional encargada de estudiar la enfermedad, convencidos de que no existía medio eficaz para detener su propagación.
Hombre modesto y trabajador infatigable, el médico cubano de 48 años habló en el foro y explicó que en La Habana la fiebre amarilla era estudiada con mucho interés. Relató, además, los trabajos desarrollados al respecto por la comisión que presidía dentro de la Sociedad de Estudios Clínicos.
Al explicar su voto favorable a los proyectos de los representantes de España y Portugal, dirigidos a promover a nivel internacional la investigación científica de la fiebre amarilla, planteó que, según su opinión, para que el flagelo se propagase eran necesarias tres condiciones:
"La existencia previa de un caso de fiebre amarilla, comprendido dentro de ciertos límites de tiempo con respecto al momento actual; la presencia de un sujeto apto para contraer la enfermedad; y la presencia de un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, pero necesaria para trasmitir el padecimiento al hombre sano".
Mi único objeto, agregaría Finlay, es demostrar que si mi hipótesis u otra análoga llegase a realizarse, las medidas que hoy se toman para detener la fiebre amarilla resultarían ineficaces; toda vez que se estarían combatiendo las dos primeras condiciones, en lugar de atacar la tercera, para destruir el agente de transmisión o apartarlo de las vías por donde se propaga la enfermedad.
Con esas palabras esbozó su más grande y original aporte: la revolucionaria teoría científica del contagio de las enfermedades epidémicas, y el postulado más valioso expuesto en la historia de la medicina hasta ese momento para la prevención y profilaxis de los padecimientos contagiosos, la supresión del vector.
Los participantes en la conferencia apenas repararon en lo planteado por Finlay, quizás debido al ambiente de confrontación reinante, sobre todo entre las posiciones de España y Estados Unidos; pero de haberlo hecho, el camino para controlar y erradicar la fiebre amarilla se hubiera allanado casi 20 años antes de lo que debió esperar el mundo.
Apenas seis meses después, el 14 de agosto de 1881, Carlos Juan expuso su doctrina ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, e identificó al mosquito Culex, (hoy Aedes aegypti), como el agente transmisor de la enfermedad.
Para beneplácito de los cubanos, el legado del más universal de nuestros científicos tiene vigencia plena, y nadie pone en duda la validez de la lucha antivectorial en la eliminación de un número importante de enfermedades. Sin embargo, casi nada queda de quienes intentaron apropiarse de su obra para ganar gloria.


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jueves, 17 de febrero de 2011

Carlos J. Finlay

Carlos J. Finlay, un científico universal
17/02/2011
Con su brillante descubrimiento y la aplicación de los principios epidemiológicos del sabio cubano, doctor Carlos Juan Finlay Barrés, en el siglo XIX pudo ser tratada la mortífera fiebre amarilla urbana.
Luego de dedicarse por entero al estudio de las enfermedades que aquejaban a la población, el investigador camagüeyano, quien nació el tres de diciembre de 1833, estuvo muy vinculado a los centros científicos del país y la mayoría de sus trabajos los discutió en el seno de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Entre sus múltiples investigaciones, Finlay trató sobre el tétanos infantil, la tuberculosis, el paludismo, la lepra y otras enfermedades.
Más el gran aporte de su genio a la medicina mundial está referido a la teoría del agente intermediario en la transmisión de enfermedades infecciosas, que le permitió descubrir la forma de propagación y control de la fiebre amarilla, el más terrible azote epidemiológico de su época en Cuba.
Luego de estudiar más de 600 variedades de mosquitos, el experto llegó a la conclusión de que sólo la hembra de ese insecto, clasificado hoy como Aedes aegypti, era capaz de explicar toda la historia natural de la enfermedad, según refiere el doctor Gregorio Delgado, historiador del Ministerio de Salud Pública.
El descubrimiento de Finlay sirvió también, indirectamente, para mostrar a los pueblos los turbios manejos del entonces naciente imperialismo norteamericano, ya que se trató de adjudicar la gloria de este descubrimiento a una comisión de médicos estadounidenses y quitarle así el gran mérito al destacado científico cubano.
Con sólo 48 años de edad, Finlay había dedicado más de dos décadas al estudio de la fiebre amarilla, desde su graduación en los Estados Unidos en 1855.
El 18 de febrero de 1881 fue el primer científico del mundo que expuso ante un auditorio de especialistas, reunidos en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, su teoría sobre la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito Aedes aegypti.
Merecidos reconocimientos públicos y privados al insigne sabio cubano figuran en los archivos de la Fundación Alfred Nobel, donde se encuentran documentos que prueban cómo, entre 1905 y 1915, Finlay fue propuesto repetidamente para obtener el preciado galardón en Medicina.
Entre los solicitantes aparece Sir Ronald Ross, premio Nobel de Medicina en 1902.
En 1907, la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, le entregó su más alta distinción, mientras un año más tarde, el gobierno francés le otorgó la insignia de la Legión de Honor, reservada a personalidades de reconocido prestigio.
El ocho de noviembre de 1911, el cubano fue nombrado miembro corresponsal de la Academia de Medicina de Francia.
Una gran parte de su larga existencia, que sobrepasó los 80 años de edad, el doctor Carlos Juan Finlay la dedicó a la organización de la sanidad pública en Cuba y creó las bases de la Escuela Cubana de Higienistas de principios del siglo XX.
En mayo de 1902 fue nominado como jefe nacional de Sanidad y del Departamento de Sanidad Municipal de La Habana, cargos que desempeñó hasta 1909, y por primera vez en el mundo, la organización de salud pública en Cuba fue elevada a categoría ministerial. (Por Iris Armas Padrino, AIN)


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jueves, 10 de febrero de 2011

Hace 60 años..


Hoy como ayer (crónica)


La Virgen Peregrina en la ciudad de Camagüey.
A seis décadas de distancia
Por: Carlos A. Peón Casas

Es ya todo un suceso la próxima visita de la imagen de nuestra Virgen de la Caridad a la ciudad agramontina. Un hecho que vienen a repetirse en el tiempo con seis décadas de distancia, pero con el mismo carácter, y las mismas coordenadas de fe de los habitantes de este terruño, de antes y de ahora.
El 30 de agosto de 1951 fue un día clásico de verano en la ciudad de Camagüey, mucho sol durante el día, y al atardecer un poco de fresco. Justo con la caída del astro rey por el poniente, la ciudad se prestó en una masa compacta que los periódicos de la época calcularon entre 80.000 y 100.000 personas, a recibir a su Madre del Cielo, que llegaba escoltada desde el poblado de Vertientes, en larga procesión de vehículos y pueblo en general a los predios del Casino Campestre, el sitio escogido para el vibrante acto de bienvenida.
Allí llegó en lenta marcha, que según nos recuerda una crónica de entonces, encabezaban el "Obispo, Mons Carlos Ríu, el Clero, los Consejos Diocesanos de las cuatro ramas de la Acción Católica, los Veteranos, los Caballeros de Colón con sus esposas… En andas llegó la sagrada imagen, cargada por los mismos mambises que antaño la llevaron en sus pechos gloriosos; los mismos que le rezaron en la manigua y le encomendaron sus sueños de libertad…" Los miembros de la policía motorizada de entonces abrían y cerraban la marcha, y la Banda Municipal dejaba oír elogiosas melodías a la Madre de todos los cubanos. Luego en apretadas columnas, los camagüeyanos acompañaron a la Madre hasta la Iglesia Catedral en el Parque Agramonte, el recorrido de la imagen en su vistosa carroza, adornada con profusión de flores se verificaba a lo largo de la calle Independencia. Ya dentro del templo abarrotado se escucharon los discursos del Obispo y el Alcalde, y este último entregaba a la Peregrina, en simbólico gesto, las Llaves de la ciudad.
La visita se extendería por diez días, y en el transcurso de aquellos, saludaba la Virgen a todas las parroquias e iglesias, y sus entornos, incluyendo los hospitales y asilos, los barrios y sus catequesis, los colegios religiosos, y el convento de las Madres Reparadoras con su capilla anexa en la calle Luaces. La imagen también visitaría a los presos en el antiguo Vivac; el Cuartel de Bomberos , el Ayuntamiento y el Centro de Veteranos.
Tan temprano como a las 6 de la mañana, se llevaba a cabo un acto piadoso de hermosísimo signo que sería repetido cada día de su estadía en la ciudad agramontina: el Rosario de la Aurora, con un recorrido que aquel día principió en la Iglesia Catedral y llegó hasta la capilla de San Juan de Dios, para regresar luego al sitio de origen. Acto seguido se oficiaba una Misa de Comunión en la Catedral presidida por el obispo diocesano.
El sábado 8 en la Plaza de la Caridad, y frente al atrio de la iglesia, la imagen de la Patrona era recibida por una vibrante multitud. Era el día de su Fiesta, que ya venía acompañada y precedida por la siempre tradicional Feria de la Caridad, tan proverbial en la memoria del imaginario popular, y que se remonta a los albores de la devoción a la Patrona de Cuba en el Puerto Príncipe del siglo XVIII.
La celebración eucarística tuvo lugar aquel sábado a las 4. p.m. La Misa de Comunión General acogió unos 1000 comulgantes, según la crónica del P. Oroquieta, ya citada, y una vez terminada, fue interminable el desfile de los devotos ante la bendita imagen. Camagüey se rendía otra vez ante los pies de la Madre de todos los cubanos, dejando en sus amorosas plantas, sus más caros anhelos y sueños, su oración más ferviente, su agradecimiento por tantas dádivas de ella recibidas.
El domingo 9 como colofón de la visita, se tenía una Misa Solemne de Despedida a la imagen de la amada Virgen del Cobre en la Iglesia Catedral, de donde salía de la ciudad rumbo a Nuevitas, y con una primera parada en al cercano poblado de Altagracia, en su itinerario hacia la costa noreste de Camagüey.

Publicado por Arzobispado de Camagűey Cuba -

jueves, 3 de febrero de 2011

Nuestra Señora de la Soledad


NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD RECIBIRÁ A LA VIRGEN MAMBISA

Por: Maruchy Duarte Ramos

Camagüey, febrero 3 (10.05 am.)

...1600... Puerto Príncipe, El Camagüey Legendario… rompían los albores de una madrugada de lluvia, rayos y truenos; las carretas cargadas de cajas chillaban intensamente hundiéndose en el fango, una de ellas cargada hasta el tope se atascó y decidieron descargarla, bajando las cajas y paquetes. De pronto se dieron cuenta que en una de las cajas venía una bella imagen de la Virgen de la Soledad y uno de los carreteros exclamó: "¡es que quiere que aquí le levantemos una ermita!..."

1697 – Se edifica la Ermita de Nuestra Señora de La Soledad.
1703 – Inaugurada oficialmente como Parroquial Auxiliar.
1814 – Bautizada en esta parroquia Gertrudis Gómez de Avellaneda.
1832 – El Padre Valencia predicó en varias ocasiones desde el púlpito de La Soledad.
1843 – Bautizado en esta parroquia Ignacio Agramonte y Loynaz.
1853 – Bautizada en La Soledad Doña Ma. del Carmen Zayas Bazán, esposa de José Martí.
1868 – Celebrado en este templo el matrimonio de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni.
1949 - Fue bautizada la preciosa niña Gloria Hotensia Salix Martinez de Santelices hija de Eduardo Salix y Gloria Santelices
1964 – Se le otorga a la iglesia de La Soledad la condición de Patrimonio Local.
1972- Fue bautizado el insigne camagueyano Daniel Ferrer, hijo de Lorenzo y Noelia!!!
2003 – En Misa solemne se celebraron los 300 años de la Parroquia de la Soledad, Mons. Adolfo, primer arzobispo de Camagüey, predica por última vez, cuatro días antes de su Camino hacia la Casa de Dios.
2004 – Se comienza la restauración capital del templo.
2007 – Se reinaugura el templo de La Soledad.

Esta comunidad mantiene viva su actividad apostólica. Hay misas diarias. Exposición del Santísimo los primeros jueves de cada mes. Los niños reciben catequesis los sábados y los adultos catecumenado los martes. Se imparten clases de formación religiosa para jóvenes y adultos. Se brindan almuerzos los miércoles y desayunos los sábados a personas necesitadas.

A más de 300 años de existencia, este templo, gracias a Dios, sigue siendo un lugar de encuentro, oración y misericordia.

Una comunidad que, en estos últimos meses, ha puesto su esfuerzo misionero en dar a conocer la buena noticia de la visita de la Virgen Peregrina: niños, jóvenes, adultos y matrimonios, en distintos horarios y días de la semana han visitado casa por casa a todos los vecinos de su territorio.

Y es La Soledad la que el 21 de Febrero abrirá sus puertas y se iluminará toda para recibir y alabar a la Madre y Patrona de todos los cubanos, a la imagen llamada Mambisa, que morará por casi 24 horas, con todos los que lleguemos a venerarla y presentarle nuestras súplicas.

1934 - Fue bautizada el 15 de julio por el P. Angel Bonet, una camagüeyana que no se despinta:
Bertha Manuela Angela del Niño Jesús Perseverancia Porro García , hija del conocido periodista Pedro Porro Piña y de su esposa Amelia García Pérez.